-¿Cómo es posible que hayan hecho una cosa así? ¿Cómo?
-No lo sé, hijo mío, pero ya antes lo han hecho muchas veces y lo volverán a hacer. Y cuando así sucede... parece que sólo lloran los niños.
–Tu padre tiene razón. El ruiseñor no hace otra cosa que deleitarnos con su canto. Ni destruye nuestros jardines ni fabrica sus nidos en los graneros; no hace más que cantar a más y mejor para nuestro regalo. Por eso es pecado matar un ruiseñor.
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