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sábado, 10 de abril de 2010

Pensar bien es entablar un diálogo sostenido y sistemático contigo mismo. Un diálogo que incluya tus experiencias de vida y las relaciones que estableces con los demás y el mundo que te rodea.
Pensar bien es pensar racionalmente, sin descuidar la emoción y los sentimientos. Puedes amar apasionadamente a tu pareja, emocionarte ante un esplendoroso amanecer, sentir compasión por un niño enfermo y, sin embargo, mantenerte fiel a la razón. Ser una persona racional no significa excluir el afecto en tu vida, sino integrarlo de manera razonada y razonable. Examinar de manera inteligente lo que piensas y sientes, tomar conciencia de ti mismo, de tus contradicciones, de tu irracionalidad enmascarada.
Pero ocurre que no tomamos en serio la tarea. Nos atrae más lo banal y superficial que lo trascendente. Reflexionar seriamente sobre la mente requiere una tremenda inversión de energía, una motivación constante y una atención activa. Ganas, deseo y necesidad, todo junto, sin excusas, sin miedo.
Pensar bien es pensar con la menor cantidad posible de sesgos y distorsiones. Se trata de limpiar y actualizar la mente para que sea más flexible y eficiente, más aguda en sus análisis, más equilibrada, más sabia.
Pensar bien requiere una buena dosis de escepticismo sano para que puedas abarcar los pensamientos sin descuidar los hechos. Si no tomamos un punto de referencia empírico y realista, el pensamiento supersticioso hará su aparición. No necesito de las hadas para sentir la belleza sublime de los bosques, ni requiero de ángeles y querubines para que el firmamento me maraville.
Aunque la felicidad no dependa directamente de la razón, cuando pensamos bien y somos capaces de fundamentar inteligentemente nuestras acciones, un dejo de tranquilidad asoma. Es la alegría que potencia el ser, es la sensación de que estamos obrando a conciencia.
Pensar bien no es sentirse el centro del universo y hacer una apología al egocentrismo y la egolatría. Si mañana fallecieran todos los seres humanos, el mundo seguiría su curso. Los ríos no cambiarían su cauce, ni las montañas dejarían de ocupar el lugar que ocupan. Somos espectadores participantes de la existencia, pero el universo no necesita de nosotros para existir.
Somos malos procesadores de la información, ésa es la verdad. Pero al mismo tiempo tenemos a nuestra disposición las herramientas para gestar nuestra propia revolución psicológica y hacer del pensamiento un elemento liberador. La transformación está en tus manos.


El doctor Walter Riso nació en Italia, pero se formó en la Argentina y Colombia. Es psicólogo especializado en terapia cognitiva y tiene un máster en bioética. Autor de varios libros, por ejemplo Pensar bien, sentirse bien, del que se publica un fragmento.

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